domingo, 4 de noviembre de 2012

Una buena idea

En la prensa de este fin de semana, he leído una noticia, que me ha paracido muy buena, y que decía que:

"El Rick’s Café nunca existió. En realidad era una decorado, creado 'ad hoc' para el filme. Fanny lo averiguó cuando viajó a Casablanca en busca del mítico bar. Cuando entré enseguida me di cuenta de que no era el café de la película", dice. Desencantada, se sentó a escribir una carta a un amigo para contarle el desengaño. Junto a ella una anciana también redactaba manuscritos. Entre ambas plumas se creó una complicidad. "Nos pusimos a hablar y la señora me contó que era la dueña del bar. Era una enamorada de la película y cuando fue a Casablanca en busca del cabaret y vio que no existía decidió abrirlo. Ella es en realidad Rick".

La historia de la Bogart francesa viaja ya con un sello hacia algún buzón anónimo. Este relato y otros tantos, propios o ajenos, Fanny los envía cada día a la gente que vive sola, los nostálgicos del papel o los que añoran leer unos versos en tinta en vías de extinción. "A todo el mundo le gusta recibir cartas, sobre todo a los que están solos. Es como en la película Amélie, donde la vecina solitaria recibe falsas misivas de amor pero que, sin embargo, le hacen feliz", explica.
Para arropar a los corazones solitarios, esta particular Amélie Poulain decidió crear 'Cartas de un desconocido'. Los que se abonan reciben cada mes dos textos manuscritos, versos célebres o anónimos, historias como la de Rick, contadas de su puño y letra. Fanny hace de enlace entre las historias de unos y de otros, a veces ella misma es la que escribe. Siempre a mano. Se trata de resucitar el buzón, de humanizarlo. "Todos tenemos uno, no es algo que haya desaparecido. 
Cada vez que lo abro anhelo encontrar una carta de alguien, pero sin embargo sólo me encuentro facturas y recibos".

Dentro del sobre viajan anécdotas, relatos de amor o de odio, intrigas, versos atormentados, notas de humor, a veces hasta dibujos, una aventura o simplemente una palabra de aliento. "Todos tenemos una bonita historia que contar. No hace falta ser un escritor conocido. Todos somos héroes de lo cotidiano y al final son nuestras pequeñas historias las que hacen las grandes historias".

  Lo dicho,  una idea sensacional, digna de Amélie.

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